Efectivamente, la vida es como una sandía. Estamos viendo una porción, vemos las semillas, y queremos evitarlas…
Pero hay cuatro caminos principales…
El primero es sacar las semillas de antemano, con un esfuerzo inicial grande para un mejor disfrute final. Pero a costa de tener que volver a repetirlo ante cada porción, esforzándonos eternamente y sólo aprendiendo alrededor de “cómo sacar más rápido las semillas para poder disfrutar antes”.
El segundo camino es comer, ignorando las semillas e ir masticando con cuidado para sacarlas a medida que se vayan sintiendo. Sin embargo, esto hace bastante difícil disfrutar realmente la sandía.
El tercer camino es masticar sin que nos importe nada y, si se puede, se van soltando las semillas que queden a mano. En este caso, terminamos mordiendo casi todas las semillas, haciendo la sandía bastante amarga.
Finalmente, la cuarta alternativa es aprender una técnica para comer sin que molesten las semillas: se muerde, ignorando las semillas, y se le saca todo el jugo posible hasta que el bocado se va achicando solo. Ahí las semilas se juntan automáticamente en lo último que sobra y se pueden tirar sin ningún tipo de inconveniente. De este modo, lo que se aprende es a cada vez comer más tranquilos, con la seguridad de que las semillas van a terminar descartándose por su propio peso. Mientras tanto, nosotros disfrutamos el jugo y la pulpa.
Como siempre, todo es cuestión del enfoque con el que lo encaremos.
Sabias palabras surgidas de comprar una sandía entera e intentar comerla antes de que no sirva más.
Comentarios recientes