Reflections

La vida es como una sandía

Efectivamente, la vida es como una sandía. Estamos viendo una porción, vemos las semillas, y queremos evitarlas…

Pero hay cuatro caminos principales…

El primero es sacar las semillas de antemano, con un esfuerzo inicial grande para un mejor disfrute final. Pero a costa de tener que volver a repetirlo ante cada porción, esforzándonos eternamente y sólo aprendiendo alrededor de “cómo sacar más rápido las semillas para poder disfrutar antes”.

El segundo camino es comer, ignorando las semillas e ir masticando con cuidado para sacarlas a medida que se vayan sintiendo. Sin embargo, esto hace bastante difícil disfrutar realmente la sandía.

El tercer camino es masticar sin que nos importe nada y, si se puede, se van soltando las semillas que queden a mano. En este caso, terminamos mordiendo casi todas las semillas, haciendo la sandía bastante amarga.

Finalmente, la cuarta alternativa es aprender una técnica para comer sin que molesten las semillas: se muerde, ignorando las semillas, y se le saca todo el jugo posible hasta que el bocado se va achicando solo. Ahí las semilas se juntan automáticamente en lo último que sobra y se pueden tirar sin ningún tipo de inconveniente. De este modo, lo que se aprende es a cada vez comer más tranquilos, con la seguridad de que las semillas van a terminar descartándose por su propio peso. Mientras tanto, nosotros disfrutamos el jugo y la pulpa.

Como siempre, todo es cuestión del enfoque con el que lo encaremos.

Sabias palabras surgidas de comprar una sandía entera e intentar comerla antes de que no sirva más.

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Todo siempre depende de quién lo mire

Hola a todos! Hacía ya bastante tiempo que no publicaba… Esta vez vengo a compartirles una reflexión recién salida del horno…
Espero que la disfruten!
Saludos! :)

A cada momento me convenzo más de que las cosas no son absolutas en lo más mínimo.

Realmente no importa qué sea lo que hagamos. Siempre, definitivamente siempre, alguien nos va a poder decir que está mal o que no deberíamos estar haciéndolo. En el peor de los casos, podría llegar a variantes de “me hace mal que hagas eso”.

Entonces, ahí viene la pregunta… ¿Qué debemos hacer nosotros?

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Siempre hay un nuevo comienzo

Día a día, nuestra vida suele transcurrir sin pausas: un flujo continuo de hechos que se producen uno tras otro casi sin requerir de nuestra intervención. Incluso, llega un momento en que pasamos a convencernos de que nuestras intenciones de ningún modo podrían llegar a afectar el curso que estamos emprendiendo. Como si supiéramos que vamos caminando sobre un camino de espinas, directo hacia un abismo, y nuestras piernas no respondieran en lo más mínimo a las súplicas de nuestro interior reclamando un cambio de rumbo.

Esa perspectiva, un tanto desoladora, podría muy bien ser la descripción, a veces más concreta y otras más abstracta, de la relación que tenemos con nuestras propias vidas. Nos consideramos un corcho naufragando a la deriva en un inmenso océano, sin la más mínima posibilidad de definir su propio destino: “esto es lo que me tocó”.

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